Irene Pérez Hernández: «El papel mojado de la educación»

Artículo publicado por Irene Pérez Hernández en La Opinión de Murcia:

La educación en valores es uno de los pilares de nuestro sistema educativo europeo. Con ella se pretende vertebrar a través del currículo de las distintas materias unas enseñanzas éticas que favorezcan el ejercicio de la libertad, la justicia, la igualdad, el rechazo a la violencia y a la discriminación, la convivencia pacífica, el respeto intercultural, entre otros. ¿Pero este componente de toda programación didáctica se traduce verdaderamente en una mejora de nuestros estudiantes y por ende, de nuestras sociedades, o es sólo papel mojado?

En realidad el modelo académico que se imparte en nuestros centros educativos es todavía un modelo eurocéntrico que no sólo destruye y echa por tierra toda esta feliz utopía educativa, sino que además priva a los alumnos de los valiosos conocimientos que nos ofrecen otras culturas y filosofías, ignorándolos hasta el punto de eliminar su existencia del mapa conceptual; de esta forma los alumnos entienden por Historia Mundial en mayúsculas lo que en realidad no es más que historia de Europa, entienden por Filosofía lo que tan solo es filosofía occidental, y lo mismo con las ciencias y el resto de asignaturas. Es necesario romper con esta falsa Universalidad que predica el eurocentrismo y abrir un debate filosófico intercultural que reformule el programa didáctico de Filosofía en los Institutos.

El eurocentrismo es fruto de la lógica colonial surgida en la Modernidad europea, lógica que Boaventura De Sousa Santos en Descolonizar el saber, reinventar el poder, define como pensamiento abismal. La lógica colonial o pensamiento abismal funciona con el juego de dos distinciones, la visible y la invisible, y entre ambas se levanta un muro que es también invisible y que separa lo que hay en este lado de la línea y lo que hay en el otro lado. Se usa la expresión abismal porque lo que hay al otro lado de la línea será excluido hasta el punto de que su misma existencia se elimina. Para la lógica colonial no existe otra forma de pensamiento que no sea el occidental.

La manera en la que la Modernidad occidental entendió y estructuró el conocimiento (su forma de hacer filosofía, de definir la ciencia y los criterios de verdad que ésta utiliza) fue la enseñada e impuesta al resto del mundo como la universal, excluyendo el resto de formas de conocimiento que no se ajustasen a sus parámetros, aquellas que se daban en los territorios colonizados. Pero lo que caracteriza a esta exclusión como abismal es el no reconocimiento de tal exclusión; el modelo de conocimiento que Occidente instauró se erige a si mismo como el único y universal. Todo el ejercicio filosófico que se venía realizando en los países colonizados fue tratado como inexistente por la Ciencia y la Filosofía moderna occidental e incluso hoy sigue siendo excluido de nuestros currículos académicos tanto en institutos como universidades.

Algunas de aquellas concepciones del pensamiento abismal moderno siguen tan vigentes hoy como en el periodo colonial. Las líneas abismales siguen estructurando el Conocimiento y el Derecho en Occidente. Ninguna de las alabanzas que se hacían a las naciones europeas que dieron a luz a la Carta de los Derechos Humanos fueron cuestionadas por el hecho de que esas mismas naciones tan progresistas estuvieran cometiendo toda clase de atrocidades en África, pues lo que ocurría más allá de la línea no existía. Lo grave es que hoy día estas contradicciones siguen sin desvelarse en los centros educativos. El pensamiento occidental imperante en nuestras escuelas avanza operando sobre líneas abismales que dividen lo humano de lo subhumano, y así es como encontramos justificaciones de diverso tipo a lo que ocurre en Siria, Iraq, Palestina, Guantánamo, pero también a lo que ocurre en los barrios marginales, a las discriminaciones sexuales, raciales, a la explotación laboral, al trabajo infantil, al mercado negro de órganos humanos, etc. Si no rompemos esta visión colonial que nos impone nuestra sociedad a través de los medios de comunicación y de los actuales sistemas educativos eurocéntricos, nuestros alumnos seguirán ajenos a esta realidad que seguirán reproduciendo inconscientemente.

Un programa educativo descolonial no puede relegarse a una formación específica de Filosofía en las universidades, es un tema demasiado importante para no tratarlo en los institutos. Es necesario emprender la tarea pedagógica de la descolonialidad del conocimiento en los programas de filosofía de E.S.O y Bachillerato con el objetivo de desvelar y deshacer la lógica del pensamiento abismal. Como explica Walter Mignolo en Desobediencia epistémica: “El desprendimiento es urgente y requiere un vuelco epistemológico descolonial (que está en marcha en distintas regiones del planeta) aportando los conocimientos adquiridos por otras epistemologías, otros principios de conocer y de entender, y por tanto, otras economías, otras políticas, otras éticas”.

El siglo XXI nos depara tareas urgentes, pero también nos proporciona la oportunidad y la necesidad de comenzar un nuevo diálogo inter-filosófico en el que la filosofía moderna europea no imponga su visión y metodología, y sobre todo, que no abuse, sino que respete a las demás tradiciones filosóficas y sus descubrimientos. Esta labor no es solo para los catedráticos de filosofía, sino también para los docentes de enseñanza secundaria.